Se estima que en los últimos 20 años más de 25.000 personas
han muerto ahogadas en el Mar Mediterráneo en su intento de llegar a las costas
europeas. 25.000 personas; una cifra tan desoladora como imprecisa, ya que,
como recuerdan las organizaciones que contabilizan estas muertes, podría ser
mucho mayor; un elevado número de los cuerpos no se localizan, se hunden en el
fondo del mar o quedan flotando a la deriva. En otras ocasiones, esta gente es
asesinada al llegar a tierra, como ocurrió el pasado año en las aguas de Ceuta,
cuando varios guardias civiles dispararon material antidisturbios sobre 15
inmigrantes que acabaron falleciendo. Y en la mayoría de los casos, quien
consigue llegar sufre el racismo, la xenofobia, una estricta precariedad
laboral o una temporada de reclusión en los Centros de Internamiento para
Extranjeros a la espera de la deportación.
El Mediterráneo es el mayor cementerio migratorio del
planeta, seguido por el Cuerno de África, el sudeste asiático y la frontera
méxico-estadounidense. En el pasado año, tan solo en este mar, murieron
ahogadas más de 3.400 personas que huían de la pobreza y del hambre. Que huían
de trabajos esclavos en las fábricas de las grandes empresas occidentales. Que
huían de las guerras propiciadas por las potencias del llamado primer mundo,
trazando unas fronteras con escuadra y cartabón primero, y vendiendo armas a
los diferentes pueblos después. Que huían de las consecuencias de un
colonialismo que realmente nunca desapareció, imponiendo o derrocando a
gobiernos según sus intereses. Que huían de enfermedades mortales como el
ébola, que sólo tienen importancia cuando las contraen ciudadanos europeos.
En los últimos meses hemos visto cómo este flujo migratorio
ha incrementado de forma espectacular, provocando en tan sólo tres días más de
1.000 víctimas mortales. Las tres últimas embarcaciones naufrafadas partieron
de las costas de Libia, escapando del caos y la desestabilización política que
sufre el país tras la reciente invasión de la OTAN, que dejó a la mayor parte
de su territorio controlado por el Estado Islámico.
Por todo ello, desde la asamblea de jóvenes de Moratalaz
‘Distrito 14’, queremos denunciar a través de esta acción simbólica que estas
muertes -a las que podríamos calificar de asesinatos- tienen unos responsables
claros: las medidas económicas y maniobras geopolíticas de esos estados
representantes de un sistema que utiliza la mayor parte del continente africano
para su propio rédito político y económico, sin importarles que millones de
personas vivan en la miseria, que millones mueran de hambre, o que 1.000 de
ellas se ahoguen a unos kilómetros de distancia en tan sólo tres días.
No son muertes, son asesinatos.
Fotos de la acción:
Vídeo:
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